Oficina Urbana

“Explorador Del Mañana”

Prólogo al libro de Le Corbusier ‘Como Concebir El Urbanismo’. Por ROBERTO CONVERTI.

La admirada descripción de Le Corbusier sobre la existencia de la máquina y la vertiginosa modificación del proceder social de los hombres, permite comprender asimismo una perturbación superior, un momento de alteración en la historia de la humanidad.

Se cristalizaba así el momento de la destrucción de conductas seculares que hasta ahí conformaban una línea evolutiva basada en la tradición, el oficio es reemplazado por la industria, el artesano por la máquina acompañada por un obrero industrial o un peón, y los movimientos del caballo o el buey, por una

nueva velocidad de automóviles, barcos y aviones o por la casi mágica comunicación a través de telégrafos, teléfonos y radios.

Le Corbusier ante tan trascendente escenario, profetiza sobre el destino de la sociedad, e imagina que, si nada de lo que en otros tiempos era una medida sirve hoy para apreciar el comportamiento humano, los primeros pasos hacia una nueva civilización mecanizada y de extensiones desconocidas ha comenzado.

Ante ello su visión sobre el porvenir respecto a la arquitectura y el futuro de las ciudades es de gran fascinación, su convicción surge frente a la característica del cambio, él advierte que la creación y la construcción que había evolucionado desde la antigüedad mediterránea, la edad media revolucionaria y de ciertas adaptaciones de la época clásica se han quebrado y que las técnicas que en ellas se habían materializado constantes a través de la piedra, el ladrillo y la madera, sucumbían ante otra realidad representada por los materiales artificiales, el hormigón, el vidrio y el acero.

En la época de un moderno espíritu, Le Corbusier se convierte en el trabajador de un nuevo conocimiento y en este sentido la consideración de programas y tecnologías se presentan como su gran objetivo, creando, permanentemente y a través de los criterios más racionales e innovadores un variado instrumental que facilite y aliente las aplicaciones de las nuevas tesis de la arquitectura y el urbanismo internacional.

Ante esta nueva visión, excepcional para su época, Le Corbusier asume un lugar ético, estético, técnico y sociológico y replantea el plan de la ciudad futura como un problema integral, donde la vivienda, el trabajo, el reposo y la circulación, tienen por objeto permitir el desarrollo de nuevas reglas, ideas e invenciones y desde ese lugar imagina y describe la figura de un protagonista casi de ficción, denominado “el lector de situación “, o el explorador del mañana próximo.

Su curiosidad e inventiva, le permiten descubrir una cantidad de posibilidades que se transformarán en la base del instrumental necesario para orientar el nuevo camino, logrando identificar los datos originales de la relación entre construcción y diseño en la arquitectura.

La separación de las funciones de sostén y de las partes sostenidas.

La fachada sin función estructural, donde una simple membrana separa el exterior del interior.

El esqueleto independiente del inmueble, eliminando los limites provocados por la construcción, permitiendo una planta baja libre y la determinación de la estructura solamente a través de algunos puntos.

Los techados construídos como terraza de hormigón disponiendo un nuevo lugar útil para la residencia.

Los tabiques interiores independientes a la estructura, modifican la concepción total del espacio interior.

Le Corbusier afirma, la revolución arquitectónica llevada a cabo ofrece sus recursos a la urbanización de las ciudades contemporáneas.

Estos cambios colaboran para la alteración de la condición tradicional de la forma urbana, los edificios por su disposición estructural crecen hasta 300 metros de altura, la distribución de aire acondiciona tanto a edificios como aviones, introducen la forma mecánica y artificial de la calidad ambiental, la separación estratégica del peatón y el automóvil crean un nuevo paisaje en la ciudad, así la presencia del instrumental forjado premedita e imagina otra relación entre el hombre y su habitat hacia la conquista de sus ideales.

Estas características destacan la oportunidad de situarnos ante algunos interrogantes cuando, como en los descriptos se está en un momento revolucionario para la historia de la humanidad y plenamente situado en ese escenario.

Cómo habrá sido posible pensar tan inédito paisaje o cual habrá sido la ilusión que acompañó a aquellos exploradores del mañana.

Una clave se refiere a la condición de recrear en la ciudad las condiciones observadas en la naturaleza, espacios con horizontes lejanos, vegetación y sol, lugares que como hallazgo esencial logren aportar un pensamiento formal, basado en la ruptura física del límite preciso en la concepción arquitectónica y urbana.

La influencia del avión y el transatlántico, el tren y el automóvil, penetran el paisaje tradicional de otro modo, cruzan, atraviesan y surcan, océanos, desiertos y campos, lugares naturales, infinitos que se entreveran con el lugar humano, elaborado, preciso y contradictorio, el espacio natural y el artificial se integran.

Es la ocupación del suelo y el territorio, quizás el principio más determinante en el modo de concebir el urbanismo moderno expuesto como ideal por Le Corbusier, otra disposición, lugares que imaginan una nueva noción de la relación del espacio interior y exterior, proyectando otra ciudad, para otros itinerarios; consagrando una línea esencial: la búsqueda explícita de las aspiraciones modernas del hombre y los medios para llegar a él.

La tarea logró su objetivo, provocar, estimular, corroer, contrastar.

Por supuesto este ideario coloca la figura de Le Corbusier como el creador del modelo distinto y artífice de otro momento de la historia de la arquitectura y la ciudad, como estratega de las misiones futuras, extendió su concepción hacia todo el universo posible, anticipándose a la era global, los flujos materiales e inmateriales de carácter internacional y los complejos sistemas metropolitanos, ante ello el engranaje de ideas que despliega Le Corbusier no puede tratarse sino como la máxima exposición cultural sobre la arquitectura y el urbanismo en el siglo XX.

Esta potente unidad estratégica, lo revela como el protagonista que impulsa un cruce entre la cuestión urbana y los nuevos signos de una época, su dimensión se manifiesta a través de las creativas figuras del Modulor, la espiral armónica, la alternancia del día solar, el juego de los dos solsticios, la torre de los cuatro horizontes, la mano abierta, signos que exponen a la naturaleza como el omnipresente escenario y al hombre experimentando las reglas de un nuevo mundo.

La doctrina del urbanismo moderno proclama, urbanizar es valorar y ante esa empresa, el devenir de los métodos aplicados por Le Corbusier para interpretar la interdependencia del mundo que lo rodea y su obsesión por crear una original dimensión a través de la mutación racional de la belleza y la armonía de la ciudad,

se transforman en el objeto más deseado de su múltiple mirada de arquitecto, urbanista, pintor y escultor.

Un sugerente viaje, una nave que va, junto a él, visualizando los gráficos donde se desarrolla la vida humana, ensanchando la red de los tiempos porvenir, transmitiendo imágenes y creyendo con optimismo en el futuro.

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“Un Adalid en la Ciudad del Futuro”

Prólogo a Le Corbusier y a su libro ‘Urbanisme’. Por ROBERTO CONVERTI.

El gran dilema planteado por Le Corbusier a través de sus reflexiones y propuestas urbanas, fue y es, cual es el orden que sobrevendrá ante la nueva dimensión de la ciudad futura.

Su reconocimiento intelectual permanente es el crecimiento, el desborde, la invasión, el movimiento brutal, donde ante sus ojos las formas se multiplican, y ante ello manifiesta la fascinación y el asombro de los nuevos centros donde la gente acude, se apiña, trabaja y lucha y donde la gran ciudad vibra y se agita, y es entonces donde él, profetiza que de ellas sobrevendrá la paz o la guerra, la abundancia o la miseria, la gloria, el espíritu triunfante o la belleza.

Frente a un mundo en movimiento, Le Corbusier reacciona planteando la necesidad de redefinir el sentido del ser en la gran ciudad, así la incógnita que sobreviene ante otra escala legitima un aspecto estratégico, la gran ciudad como sede del poder, los negocios, la industria, las finanzas, la política, la ciencia, la pedagogía, el arte, todos ellos conviven en un espejismo deslumbrante, donde las vibraciones de la aglomeración impulsan asimismo la idea de un camino de contradicciones.

El principal y más importante dictamen, que postula el pensamiento moderno de Le Corbusier, reside en las diferentes condiciones de los habitantes de una gran ciudad.

De este modo clasifica los problemas, los ubica en un orden preciso y trabaja apasionadamente en resolver las nuevas incógnitas, cuales son los tipos de población que habitan en la ciudad, como debe ser el modelo urbano del cual ha de depender el alojamiento familiar, cual los sitios del confort para la residencia, el espacio público, los lugares de movilidad y el territorio del trabajo y cual, entonces, la proporción y armonía admisible para los lugares del hombre.

La ciudad jardín es ante todo un deseo imaginario, un postulado programático que revisa la calidad de habitar como advertencia, que se desgarra ante la propia admiración de quien cree en el futuro a partir de la transformación radical y que atraviesa el camino desesperadamente, creando las condiciones de lo imaginable por pocos como lugar edificado, pero con el temor de cómo poder sostener al habitante dentro de un cotidiano simple.

Gracias a la estadística, advierte Le Corbusier, se penetra en el porvenir y se adquieren certezas anticipadas, incorporando una nueva incógnita, esta vez sobre las sinuosas burocracias de la administración dedicada a la planificación de la ciudad.

La administración pública es, a su juicio, la maquinaria inextricable que permite mantener un cierto orden y disciplina a millones de personas, las cuales, él admite, sus actos están regidos por la anarquía y el individualismo, son, definitivamente, millones de personas creando una tensión terrible y dramática.

Desde ese lugar él concibe el lugar del estado, es desde su óptica aquel que toma y mantiene la estadística, como medida de control primero y de discernimiento sobre la dirección a adoptar luego, comprendiendo la idea como una maquinaria de aceitados engranajes en la cual se aloja un alma temerosa y respetuosa de todo cambio atrevido, que conduzca al sistema a un nuevo escenario.

La estadística, como ejemplo, es la representación del estado de las cosas y quien como él propone la alteridad, destruir la maquinaria de la estabilidad es su principal y esencial confrontación.

En este sentido Le Corbusier aporta una modificación trascendente al comportamiento profesional, alentando a pensar de otro modo la condición de la ciudad, seguramente de manera exagerada y a partir de un momento revolucionario como contexto, pero robustecido por la posibilidad de una nueva oportunidad, confronta con la tradición conservadora y proclama un nuevo valor, un espíritu libre, sin remordimientos, una búsqueda reforzada por la idea de la salvación, donde describiendo la amenaza a través de la figura del legajo asombroso del Catastro, en verdad, apunta a pensar de otra manera, alentando cambios, alternativas, mutaciones.

Se resiste a escuchar a los dogmáticos conservacionistas de la estética edificada como una limitante urbana, piensa en el hombre, en su porvenir, en las nuevas dinámicas sociales, en la calidad del paisaje, en las tecnologías más avanzadas, en el descubrimiento y la innovación, en una moderna armonía del diseño y su adaptación cultural, alienta a mejorar las condiciones racionales de habitabilidad y es en este sentido profundo.

Donde no es complaciente nunca, es con los reaccionarios defensores de la belleza ornamental.

Pueden ser realizados, esto es lo que hace audaces a nuestros sueños.

Seguramente Le Corbusier, a partir de la audacia de imaginar un sueño realizado, sabe que el urbanismo es un fantástico instrumento de creación colectiva desde donde provocar, escandalizar, violentar, manifestar y reaccionar, para desarrollar el interés por la invención y salir de la vulgaridad.

Allí, uno de los aspectos técnicos más considerados en sus propuestas es, como se debe comprender la problemática de la densidad, Le Corbusier es determinante.

Tanto más grande es la densidad de población de una ciudad, tanto más pequeña son las distancias que recorre. Consecuencia: aumentar la densidad del centro de las ciudades, sede de los negocios.

Y desde ahí su conjetura se amplía.

Aumentar las superficies plantadas y disminuir el trayecto a recorrer. Hay que construir en altura en el centro de la ciudad.

La calle moderna es un organismo nuevo, especie de fábrica longitudinal.

La calle moderna debe constituir una obra maestra de ingeniería civil.

Su pensamiento es estratégico.

Está atento a las condiciones objetivas de la realidad, pero al mismo tiempo impulsa a través de su posición otros estados de la misma.

Los distintos aspectos del sistema de la ciudad se interrelacionan y esa es su principal capacidad, alinear la complejidad existente hacia un nuevo esquema de relaciones, planteando una matriz superpuesta de intereses, pero reconociendo a cada uno de los integrantes un lugar, proponiendo un nuevo vínculo social urbano.

Su búsqueda piensa en una inteligente red de infraestructura que constituya un soporte de alto rendimiento para la intensa actividad del hombre moderno, sugiere la creación de aeropuertos, pistas de autos y taxis rápidos, grandes puertos, subterráneos de amplios recorridos, trenes suburbanos y estaciones de diversos niveles entrelazadas con rascacielos, universidades, comercios, centros deportivos y parques.

Un organismo creado a partir de la dinámica.

La vitalidad social que imagina Le Corbusier es máxima y desde ahí plantea la forma de la ciudad futura, por ello su categoría de reflexión.

El progreso económico y social sólo puede nacer de problemas técnicos que se solucionen bien.

No se revoluciona revolucionando. Se revoluciona solucionando.

En toda circunstancia claridad de espíritu y firmeza.

En la irresistible oportunidad de crear relaciones con el presente, es inevitable que quien estudia y participa de los fenómenos contemporáneos de las ciudades cree analogías posibles con los modos de pensar estratégicamente y en la actualidad la cuestión urbana, me permito entonces acercar la figura de Rem Koolhaas y algunas relaciones de interés que suscita la presencia de ambos en los principios y finales del siglo XX.

Casi se trata de crear un estado artificial de inconsciencia. Yo siempre he creído en la incertidumbre. Para estar realmente convencido de algo, uno necesita sentir un profundo disgusto por casi todo lo demás. Así en determinados proyectos, resulta decisivo explorar nuestras fobias para reforzar nuestras convicciones.

El relato reproduce una respuesta que oportunamente produjera Koolhaas durante una entrevista realizada por Alejandro Zaera Polo para El Croquis 53, en ella logra reflexionar sobre la manifestación brutal de los estímulos personales ante las ilusiones colectivas de la ciudad y cuanto de trascendente representa este estado en las búsquedas e investigaciones urbanas construidas a partir de los inconscientes más íntimos, provocando la alteración de las condiciones del hábitat de millones de personas, en un vibrante desafío materializado en cada nuevo lugar del sistema, creado como protagonista de una ilusión pretendida.

Reem Koolhaas establece también un parámetro de referencia sobre las actuaciones en la ciudad.

Hasta cierto punto, dependemos de las condiciones que nos rodean, debemos hacer nuestra propia reflexión – en parte intuitiva y en parte explícita – y tratar de hallar dónde se encuentra el potencial de aquella interpretación que genera cada proyecto. Es de esta reflexión de lo que depende que nuestra representación del sistema resulte positiva o negativa, neutra o apasionada…

Las posiciones de Le Corbusier y Koolhaas, atienden la fisonomía de una nueva magnitud de ciudad, en dos tiempos de la historia del siglo XX han concentrado su interés en elaborar las condiciones de la ciudad futura, creando a su modo presagios sobre el devenir de los procesos productivos y sociales que dan forma a la concentración, la conexión, los fragmentos, los contrastes, los desplazamientos.

Una nueva coexistencia entre el hombre y el territorio.

Ambos han sido itinerantes junto a su teoría, América, Asia y Europa, les ha permitido ligar acontecimientos culturales, raíces, mitos y ritos del acontecer urbano y crear una oportunidad derivada del deseo de experimentar, un compromiso con el urbanismo entendido como instrumento cultural, donde la interpretación de la realidad se transforma en el descubrimiento necesario para avanzar hacia las nuevas formas de la ciudad.

Ambos han propuesto a su tiempo el debate sobre el crecimiento y la infraestructura como tema clave del acontecer de las grandes ciudades determinando, que en la comprensión y la estrategia a proponer sobre ambas cuestiones deben fijar los criterios conceptuales y las decisiones referidas a la construcción urbana.

En Indonesia solía haber unos individuos que acarreaban carne y fuego en equilibrio sobre los hombros, y circulaban por la ciudad montando restaurantes instantáneos en cualquier sitio. Esto también ocurre en Singapur y coexiste con las promociones de viviendas corbusieranas. La belleza de estos procesos radica en cómo estas etapas históricas tienen lugar de forma simultánea, no de forma secuencial como en Europa.

Hay calles en Seúl donde primero ves edificios de cinco plantas iluminados con neón, luego das un giro de noventa grados y son de dos plantas – iluminados con bombillas colgadas de un cable – y luego giras otros noventa grados y de repente, todo se convierte en barro y cartón.

Más reciente, esta transcripción de Koolhaas a El Croquis 79, remite también a cualquier ciudad LatinoAméricana, incluso no faltará quien seguramente haya encontrado estas imágenes aún en el Occidente más desarrollado, pero el foco es más dramático si la interpretación se fija en comprender que son lugares humanos y la calidad del sitio habitado.

Ante ello, no es de desilusión el sentimiento que debe acompañar a quienes imaginan radicalmente la conformación del espacio urbano, sino el de un brutal reconocimiento que una vasta y enorme complejidad se ha montado sobre la red humana que vive en las ciudades.

Es la superposición y la contradicción la que definitivamente se han instalado como modo real y virtual del ser social hacia el siglo XXI. No es la oportunidad plena de un cambio absoluto que Le Corbusier alentaba a comienzos del siglo XX, pero es su clarividencia la que permite comprender que los cambios están sujetos a la oportuna acción de cirugías que introduzcan la solución conveniente, factible y hasta excepcional, que reconduzca a las ciudades hacia puntos de tensión permanente, que mantengan la dinámica social de sus centros y periferias, que relacione la circulación con la infraestructura y el espacio público, que indague en modernas tipologías del hábitat, que doten de calidad al paisaje urbano, que sostenga una audaz actitud de adaptación a los cambios culturales de la sociedad.

La inteligencia se explica como un fenómeno de acumulación que permite, adecuadamente o no, crear interpretaciones que intentan de manera irresistible soluciones a problemas inevitables. Es una rueda provocativa, que representa mundos diferentes, instantes de vida alterados, descubrimientos, perspectivas, mitos, es esencial para ello la idea que los signos culturales edificados por el hombre permanecen siempre vivos, desde ahí el sentido trascendente de la interpretación.

Le Corbusier es entonces una fantástica representación de los signos culturales vivos, él advertirá siempre sobre los misterios del habitar humano acentuando la magia de lo diverso como acción urbana y creerá eternamente que las ciudades aparecen y desaparecen.

Es un estratega de la invención.

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